Por Manuel Tiberio Bermúdez
“Hoy todo me parece más bonito,
Hoy canta más alegre el ruiseñor…
Así empieza la canción “Toy
contento”. Y, así nos sentimos muchos colombianos este 7 de 2016, de octubre inolvidable para el país.
Nos sentimos contentos porque
este Nobel entregado al presidente de nuestro país, es un reconocimiento a los
esfuerzos que por la paz viene haciendo el pueblo colombiano desde hace muchos
años, sin desfallecer, así sea el que por encima de las ambiciones personales
de muchos mandatarios, haya sido el que ha puesto los muertos para alimentar ese monstruo
insaciable de la guerra.
Estamos contentos porque por
encima de los malintencionados de turno, lejos de los agoreros de desastres,
sin escuchar a los mata-sueños de siempre,
los guerrilleros de la Farc y el presidente de los colombianos,
lograron, luego de años de un pulso ideológico, llegar a un acuerdo para que
esta patria tuviera la ilusión de un futuro mejor para todos.
Digo ilusión porque la firma de
los acuerdos, es el primer paso para
empezar a construir entre todos los que habitamos este suelo, la patria que
queremos: un país incluyente, un país que ofrezca dignidad a todos los compatriotas,
una patria que destine los dineros de nuestros impuestos para darle solución a
los problemas básicos que nos afectan. Una patria en la que estudiar no sea un
privilegio para pocos y en donde la salud sea oportunidad para todos sin
excepción alguna, en fin, una patria en la que no duela vivir.
Hemos venido padeciendo un
conflicto de muchos años, tantos que muchas personas no conocemos un respiro de
paz, una guerra que algunos mandatarios soberbios no han querido reconocer, así el presupuesto nacional
se haya gastado en comprar las armas
para pelear una confrontación que no
tenía descanso diaria y nochemente y que todos los días arrojaba victimas de
todos los estratos sociales y desde todos los rincones del país, porque no
quedó lugar de nuestra patria en el cual el conflicto armado no haya exigido su
cuota de sangre y de tristeza.
Hoy, luego de esos cuatro años de
tensión por las conversaciones en La Habana, hay una rendija por la cual
podemos mirar esperanzados, la esperanza. Hay una posibilidad para que cesen
los disparos y las miles de muertes de colombianos. Además, que los bandos en
confrontación; muchachos y muchachas,
que apenas se asoman a la vida y ya decretan la muerte desde sus
fúsiles, vuelvan a la tranquilidad de sus hogares, regresen al abrazo de
quienes los añoran y los aman.
Estamos preparados, luego de esta
cruenta guerra que nos da terror que continúe, para que regresen las
motivaciones de optimismo, para que por encima de nuestras diferencias en el
cómo hacer para zanjar diferencias, entendamos que somos compañeros de viaje y
que el suelo que nos tocó en suerte compartir se llama Colombia. Es el momento para que juntos celebremos y
vivamos la esperanza que camina los senderos de la patria. Si hay que revisar
lo acordado que se haga pero desde la esperanza, no desde el odio.