Grano de Oro, el caballo de Pancho Villa |
Por Manuel Tiberio Bermúdez
Muchas son las personas que
tienen un especial afecto por los caballos y son ellas quienes al ver un
hermoso ejemplar se vuelcan a las calles para admirar a un caballo convertido en un espectáculo de admirar.
Pero,
¿qué es un caballo? Para los expertos un caballo es un mamífero de la familia
de los équidos, cuadrúpedo y de cuello largo y arqueado. Su domesticación se
remonta según cálculos a la edad del bronce. La familia de los équidos es
numerosa y tiene parientes cercanos como el asno, y las cebras.
Pero
no crean que el cuadrúpedo ha sido siempre compañero del hombre en sus faenas
sean estas domésticas o de guerra. En los inicios para el hombre prehistórico
el caballo era un almuerzo más que corría en las inmensas praderas y que el
hombre primitivo buscaba con afán para almorzárselo.
Luego,
no se sabe porque circunstancia, el hombre empezó a usar el caballo como
elemento de trabajo y compañero inseparable de su cotidianidad y entonces se
volvió útil para el transporte, para las guerras, para carga, en fin, lo
domesticó con fines utilitarios.
La
palabra caballo viene del latín “caballus”, que era como los romanos llamaban a
los caballos castrados usados para el trabajo.
Y
paradojas de la evolución “por un pelo” no andamos hoy chalaneando en un perro,
pues el caballo actual proviene de un animal con nombre impronunciable: el Hyracotheriu, que según los científicos tenía un tamaño que oscilaba entre los
20 y los 40 centímetros de altura, con cuatro dedos en las extremidades
anteriores y tres en las posteriores terminando cada uno en una uña (no en un
casco, como las especies actuales). A primera vista era similar a un perro pequeño”.
De chiripa no andamos chalaneando en un perro |
Hay
otros aspectos que valoran los chicludos de los caballos y que les sirve para
descrestar a quienes pocos sabemos de estos hermosos animales. Por ejemplo para
medir la altura de un caballo esta se toma del casco delantero hasta la cruz
donde se encuentran las escápulas, o los omóplatos, y se hace allí porque es el
punto en donde se une el cuello con la espalda del caballo y se elige como
referencia de altura porque es estable y que no puede subir o bajar como la
cabeza o el cuello.
Y de los colores ni hablemos.
Sólo un caballista sabe que es un alazán, un castaño, un bayo, un zaino, es
decir una paleta incomprensible para quienes en lo máximo que nos hemos montado
es en el manso caballo de la abuela del que nunca supimos que color tenía, pero
en el cual nos sentíamos tan orgullosos como estos caballeros modernos que hacen
derroche de atuendos costosos y caballos con precios tan endemoniadamente altos
que con ese valor uno podría comprase una casa para su familia.
Bucéfaloo de Alejandro Magno |
Pero ahí no para la historia de
los equinos que han acompañado al hombre en su caminar por el mundo: hay caballos
famosos: “Pegaso” el caballo alado de los dioses y que montaba Belerofonte. Qué
decir de “Rocinante”, igual de escuálido que el protagonista de la historia de
todos conocida cuyo propietario era el Ingenioso Hidalgo, Don Quijote de la
Mancha.
El Caballo de Troya, uno de los
mayores artilugios de engaño de la historia construido por los griegos.
Bucéfalo, que quiere decir
cabeza de buey propiedad de Alejandro Magno, con el que hizo todas sus campañas
guerreras.
Grano de Oro, el caballo de
Pancho Villa, caudillo de la revolución mexicana que quedó reseñado en varios
corridos de la época de la revolución.
El Palomo, de Simón Bolívar que
según la historia se lo regaló Casilda que había soñado que sobre el lomo de
ese caballo ganaría muchas batallas.
El Palomo de Bolívar |
Y paremos de contar porque está
Tornado, el del Zorro, Plata, el del
Llanero Solitario, y Jorgito, un caballo que tenía un monumento en la Escuela
de Caballería en la que serví a la patria como soldado y que malrecuerdo porque
era punto de referencia para hacernos dar vueltas y vueltas al grito de “vuelta
a Jorgito por la derecha”.
Más recientemente el caballo
“Lucas” que le robaron al Tino Asprilla y que se volvió una novela como todas
las que suceden en nuestro país.
Por ahora dejemos en paz a los
caballos y vamos al galope a buscar otra
historia.