Textos que compartidos se vuelven viajeros.

19/12/15

El PESEBRE UNA TRADICION QUE CONVOCA A LA FAMILIA


Por Manuel T. Bermúdez

Por esta época de diciembre una de las actividades que más gozo produce en todas las personas es la construcción del pesebre. Desde los más niños hasta quienes ya no lo son tanto, todos quieren participar en la elaboración del nacimiento o pesebre como comúnmente se le denomina.

En ese viaje a la nostalgia que hacemos cuando construimos el pesebre, muy seguramente, nos remontamos a esa época de la infancia y juventud de cada uno de nosotros. Y hoy, ya perdida la inocencia y contaminados por un mundo que corre vertiginosamente, nos reímos cuando evocamos los pesebre que cada uno de nosotros tuvo en su hogar.

Quien no recuerda esas extensiones verdes de musgo, que representaban las praderas donde los pastores apacentaban sus rebaños, pero quién no evoca también la ingenua desarmonía con la que eran construidos: por lo regular dos o tres ovejas, traídas de un país de gigantes, pastaba al lado de una liliputiense que apenas si se distinguía en medio de las descomunales.

Como no recordar esos intrincados caminos de aserrín de madera que marcaban la sinuosidad caprichosa que nos dictaba nuestra imaginación para que los tres reyes magos iniciaran un peregrinaje que los llevaba por riscos que ni el más osado deportista extremo de hoy intentaría emprender.

Como olvidar el lago hecho con el único espejo de la casa, y que al usarlo, privaba a todos  de verse el rostro por unos días. Nuestro lago así elaborado era el refugio de los cisnes, (miren ustedes si éramos de elite: cisnes…no patos), en el que nadaban con sus cabezas recogidas sobre el pecho, mientras de una montaña gigante descendía un rio de papelillo blanco.

Ah, el pesebre de nuestra infancia, que hoy evocamos aquí, para que recordemos y celebremos en amor esta temporada.

Pero esos pesebres hermosamente rústicos, que la modernidad ha sustituido por un panzudo Santa Claus, o el Papa Noel, tiene una historia de muchos años, pero para resumirla les contaremos que  fue San Francisco de Asís quien popularizo la costumbre de hacer los pesebres, o belenes como también se les llama.

Luego el mundo católico lo adoptó y se quedo para siempre en los hogares para, en un como acto de magia, reunir a las familias, y llenar el alma de los niños de dulces expectativas y la de los adultos de buenos propósitos.

Pero cerremos esta página de nostalgia y revivamos esa tradición que se ha ido diluyendo en las costumbres venidas de lejos, en los iconos que no nos señalan la añoranza. Volvamos a hacer los pesebres no importa que hoy como ayer, las ovejas sean más grandes que los pastores y que en nuestra alegre imaginación obliguemos a Melchor, Gaspar y Baltasar a desafiar los más peligrosos caminos para llegar al humilde portal a adorar a ese niño llamado Jesús.  Felicidades.




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13/12/15

¿Dónde quedó la intimidad?

Por Manuel T. Bermúdez



Desde que el mundo vio incrédulo y horrorizado la destrucción de las famosas torres gemelas de New York, muchas cosas han cambiado en este pedazo de barro que gira locamente en el espacio.

Una de las cosas que han sido vulneradas en nombre de la paz, es la más elemental de las opciones que creíamos tener todos los habitantes del planeta: la privacidad.

Y es que desde aquel trágico día, los países del mundo ven terroristas por todos los rincones de la tierra. Por ello fue que inmediatamente los americanos del norte iniciaron la más grande ofensiva en busca de los terroristas del universo mundo valiéndose de todos los medios y no importándoles que atropellos cometieran.

Por eso es que hoy todos los navegantes de la red mundial Web tampoco son inmunes a la vigilancia que se ha decretado en el afán de identificar a los terroristas del planeta.

Respecto a lo anterior aseguran los expertos: “Mucha gente piensa en el correo electrónico como una carta que viaja del ordenador remitente al ordenador destinatario, sin otros puntos intermedios. Pero el correo electrónico se asemeja más a una postal. El mensaje es texto abierto que, en cualquier etapa intermedia de su distribución, puede ser leído, conociendo su contenido, así como su remitente y su destinatario. Además, un e-mail pasa por un cierto número de servidores hasta alcanzar su destino. En cualquiera de estos puntos, el mensaje está expuesto a ser interceptado, anulado o alterado sin que el destinatario se dé cuenta o pueda apreciarlo”

Frente a esta vulnerabilidad que tiene el correo electrónico hace algunos días se dijo que el FBI creó un sistema que les permite interceptar el correo de cualquier persona del planeta que navegue por la red.  Se asegura que es tan sofisticado el seguimiento que pueden hacer, que están en capacidad de saber de dónde viene el mensaje, a qué lugar se dirige y el contenido textual del mismo. También el servicio secreto puede saber qué lugar visita el navegante, que tiempo permanece en un sitio de la red, que palabras usa más frecuentemente y mil etcéteras más que vulneran el derecho de privacidad de los usuarios de este moderno y extendido sistema de comunicación.

La intimidad, es una cosa pasada de moda en este vertiginoso surgimiento de nuevas técnicas para espiar al otro bien sea desde el espacio exterior, desde la miniaturización de una cámara de video, pasando por las más modernas técnicas de fotografía, hasta el sencillo y elemental sistema de una charla grabada.

Cada vez somos menos íntimos, cada día somos más débiles frente a la tecnología que todo lo avasalla. Con las tecnologías modernas sólo nos quedan los susurros al oído, con el peligro que, quien nos escuche, sea una moderna espía con una oreja biónica y hay si nos acabamos de fregar, como dijo mi abuelita.


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