Por Manuel T. Bermúdez
Desde que el
mundo vio incrédulo y horrorizado la destrucción de las famosas torres gemelas
de New York, muchas cosas han cambiado en este pedazo de barro que gira
locamente en el espacio.
Una de las cosas que han sido vulneradas en nombre de la paz, es la más
elemental de las opciones que creíamos tener todos los habitantes del planeta:
la privacidad.
Y es que desde aquel trágico día, los países del mundo ven terroristas
por todos los rincones de la tierra. Por ello fue que inmediatamente los
americanos del norte iniciaron la más grande ofensiva en busca de los
terroristas del universo mundo valiéndose de todos los medios y no
importándoles que atropellos cometieran.
Por eso es que hoy todos los navegantes de la red mundial Web tampoco
son inmunes a la vigilancia que se ha decretado en el afán de identificar a los
terroristas del planeta.
Respecto a lo anterior aseguran los expertos: “Mucha gente piensa en el correo electrónico como una carta que viaja
del ordenador remitente al ordenador destinatario, sin otros puntos
intermedios. Pero el correo electrónico se asemeja más a una postal. El mensaje
es texto abierto que, en cualquier etapa intermedia de su distribución, puede
ser leído, conociendo su contenido, así como su remitente y su destinatario.
Además, un e-mail pasa por un cierto número de servidores hasta alcanzar su
destino. En cualquiera de estos puntos, el mensaje está expuesto a ser
interceptado, anulado o alterado sin que el destinatario se dé cuenta o pueda
apreciarlo”
Frente a esta vulnerabilidad que tiene el correo electrónico hace
algunos días se dijo que el FBI creó un sistema que les permite interceptar el
correo de cualquier persona del planeta que navegue por la red. Se asegura que es tan sofisticado el
seguimiento que pueden hacer, que están en capacidad de saber de dónde viene el
mensaje, a qué lugar se dirige y el contenido textual del mismo. También el
servicio secreto puede saber qué lugar visita el navegante, que tiempo
permanece en un sitio de la red, que palabras usa más frecuentemente y mil
etcéteras más que vulneran el derecho de privacidad de los usuarios de este
moderno y extendido sistema de comunicación.
La intimidad, es una cosa pasada de moda en este vertiginoso surgimiento
de nuevas técnicas para espiar al otro bien sea desde el espacio exterior,
desde la miniaturización de una cámara de video, pasando por las más modernas
técnicas de fotografía, hasta el sencillo y elemental sistema de una charla grabada.
Cada vez somos menos íntimos, cada día somos más débiles frente a la
tecnología que todo lo avasalla. Con las tecnologías modernas sólo nos quedan
los susurros al oído, con el peligro que, quien nos escuche, sea una moderna
espía con una oreja biónica y hay si nos acabamos de fregar, como dijo mi
abuelita.
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