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27/12/16

Las faenas del hambre

Foto de la web


Por: Manuel Tiberio Bermúdez

Ya son varios los días que por todos los medios se viene promocionando la temporada taurina de Cali, “la mejor de América” asegura la publicidad.



Y cada tarde, mientras duren los festejos taurinos, estos son los cuadros que veremos en la Monumental y sus alrededores. Las otras faenas, la de la lucha cotidiana por el pan, las faenas del hambre.

Son  las dos de la tarde en la Plaza de toros de Cañaveralejo de la ciudad de Cali, Valle del Cauca, Colombia Sur América, que por esta época realiza la Temporada taurina de esta  Feria de Cali, que según los anuncios comerciales es “la mejor de América”.

Hay agite en los alrededores de esta imponente construcción en la que luego de dos horas, a las 4 en punto de la tarde, los clarines y timbales anunciaran, a una muchedumbre achispada por los efectos de varios días de trago y festejos, que comienza una nueva faena toreril en donde correrán por igual, litros de licor y litros de la sangre de los toros que servirán de divertimento para estos seres humanos que no se hastían de la sangre de la violencia que los rodea; parecería que quieren ser ellos mismos protagonistas y participes, de alguna forma, de la muerte que minutos después victorearan y aplaudirán en la Plaza, como un homenaje al triunfo de la capacidad destructora del hombre.

De la web


El Paseíllo

Aquí afuera ninguna amazona parte plaza. No hay trajes costosos ni vistosos, aquí afuera, desde muy temprano muchas son las personas que han llegado desde los extramuros de la ciudad a ubicar, en donde puedan, sus improvisados puntos de venta de Manzanilla, sombreros, botas, y muchos cachivaches más que los aficionados compran para usar durante la corrida.

No hay timbales ni trompetas anunciado que la suerte esta echada para conseguir unos pesos con los que sustentar a sus familias que aguardan esperanzadas que esta vez si haya con que comprar lo del sostén diario.

La lidia

Para estos hombres y mujeres de afuera de la plaza, la faena ha comenzado desde hace varios días, muchos quizás, para sus anhelos de una oportunidad mejor. Aquí no hay lances de tanteo, solamente gritos para ofertar sus pobres y baratas mercaderías.

Una carrera hacia un lado buscando a ese señor de porte distinguido que parece puede comprar una botella de manzanilla, o una bota, o un sombrero para la bella mujer que estrena sonrisa escote profundo y silicona para esta temporada. No hay subalternos... hay competencia y dura, pues muchos han pensado en la misma posibilidad de subsanar sus precarias economías en esta época de feria.

Mientras desde afuera se oye la trompeta que anuncia el cambio de tercio, acá afuera, bajo el sol inclemente y el sudor que corre por sus rostros, se cambia únicamente de volumen al grito para anunciar el producto que esforzadamente se busca vender.

Banderillas

Están a cargo de la autoridad que corretea a los revendores, que además se encargan que otros de los que se rebuscan en los alrededores no molesten a los asistentes a la plaza con el ofrecimiento de sus productos.

Brindis

Adentro, un torero orgulloso y bien pago ofrece la muerte del toro a una bella mujer o a un político en trance de notoriedad o a un amigo o al respetable que aúlla de emoción porque minutos después el espada de turno arrancara de sus gargantas alicoradas los más fuertes oles de la tarde.

Afuera, al calor inclemente de la jornada, acicatea las ansias por hacer la última venta a los rezagados, que por los efectos del guayabo llegan ojerosos y mal dormidos a disfrutar del espectáculo. El brindis no tiene frases lisonjeras solamente: “lleve la bota doctor”, “cómpreme el sobrerito para la señorita caballero”.

Muerte

Adentro en la plaza con forma de copa champañera el respetable brama los últimos oles mientras el espada de turno iguala a su enemigo (según el relato de los locutores especializados); afuera, los vendedores empacan sus mercancías para irse a otro punto de la ciudad en donde el publico que asiste a los diferentes espectáculos son sus potenciales compradores... aquí ya esto terminó.

Y mientras adentro el matador se vuelca espada en mano sobre el morrillo del astado, victima de turno de las ansias de sangre del respetable, afuera los vendedores se van con sus baratijas, mientras otros que han sido cogidos en flagrancia van rumbo a cualquier estación policial.

La tarde va cambiando. De la luminosidad solar a la de las luces artificiales bien dispuestas, que por esta época engalanan la ciudad. Adentro, en la plaza, el torero da vueltas al ruedo mientras una muchedumbre, con orgasmos de felicidad por la labor que realizó el matador, lanzan botas, y claveles al individuo cuyo traje refulge a las primeras luces que han encendido para iluminar el redondel.

Indiferente y olvidado por todos, el toro protagonista de esta matanza, es arrastrado con los ojos aun abiertos y brillantes hacia la puerta del olvido y de la noche que ya empieza a ensombrecer  la ciudad.

Otros protagonistas, los de las faenas del hambre, apenas han tenido tiempo de un descanso para continuar la jornada en busca de un salario con que calmar las necesidades a sus familias, con que pagar los impuestos, con que tratar de que su prole  parezca feliz. Pero eso forma parte de lo que tenemos que vivir, de todos modos: ¡que viva la feria¡






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