Textos que compartidos se vuelven viajeros.

7/11/23

La agonía del signo / Por Kevin Marín M.


Desde que el signo de pregunta perdió a su complemento, empezó a desmejorar considerablemente. Al principio no lo quiso aceptar, se decía que era algo temporal y que estaba preparado para ese tipo de cosas, que siempre le había llamado la atención eso de ser una pregunta abierta, y tal vez eso que le estaba pasando, era lo que más se acercaba. La última vez que vio su supuesta otra mitad, este le dijo que se iba a buscar algunas letras, y que a lo mejor, hasta terminaba encontrando palabras y frases completas. ¿Te imaginas?, le dijo esa tarde tomándole por el punto, ¿te imaginas nosotros conformando toda una pregunta filosófica de esas que cambian todos los paradigmas, o siendo parte de una investigación científica que trascienda a cualquier materia? No sé, no sé, le respondió algo dubitativo el signo de apertura. Es normal, le devolvió emocionado su congénere, dudar es nuestra esencia, y se fue caminando hacia el Valle con una sonrisa en su cara y una joroba tan grande que parecía contener ahí toda su esperanza.


 Pasaron días y después semanas, meses al fin y nada, el signo de cierre no aparecía por ningún lado. 

Con el tiempo, el signo de apertura empezó a adelgazar al punto que algunos empezaron a confundirlo con uno de exclamación, y él les decía no no, ¿es que no ven que soy toda una incógnita? pero así lo intentara disimular, el decaimiento era notable, tanto, que una mañana salió de la página en la que vivía y la vieron tan disminuida, que no faltó quienes se atrevieron a gritarle que era una “g” minúscula e indecisa.

Y es que era difícil no arrugarse, no marchitarse, si todas las mañanas despertaba con rabia recordando el cinismo con que su signo de cierre la había sacado de taquito cuando le hizo el reclamo por no llevarla con él. El que estemos tan juntos siempre no nos dejará crecer, necesitamos expandir nuestros horizontes, conocer más expresiones, más ideas, no podemos darnos el lujo de terminar convertidos en una pregunta cerrada de esas que solo emplean para encuestas en internet, o peor aún, en interrogatorios policiacos.

Al saber del asunto por una carta que le envió un pensamiento amigo de Apertura contándole todo el chisme, otro signo que la conocía desde la infancia y se entendían muy bien pues eran casi de la misma naturaleza, cogió el primer avión de papel que alcanzó, y viajó directo al Valle a verla.

Al llegar Paréntesis y encontrarla en ese estado, se dedicó a escucharla toda la noche con una botella de aguardiente y algunas comas sobrantes que aún le quedaban en la nevera. Me siento inútil, inservible, olvidada, y lo peor, le dijo a su amigo con el llanto en la garganta, él pareciera que ya no me necesitara. Su amigo Paréntesis, que entendía muy bien la importancia de una unión como aquella, lamentó lo que veía y escuchaba de su amiga porque tenía serias razones para pensar que Cierre no volvería. Es que ya lo había visto triunfando en las redes sociales y la televisión, todos los jóvenes y las jovencitas lo utilizaban constantemente para casi todo, incluso sin necesitarlo, y no era raro ya, que lo vieran solo. Incluso, había visto que una vez, en cierto portal X de internet, se había preguntado qué tan necesario era apertura para su vida, que si la gente, al verlo a él en la calle o navegando por ahí, no tenían la certeza de que él era una duda, y todos los internautas, tanto extranjeros como criollos, respondieron con miles de likes.  

Pasaron los días y por más que Paréntesis intentó ayudarla, Apertura no parecía querer volver a levantar cabeza. La búsqueda de cuestionamientos ya no la emocionaba igual que antes, sus dudas empezaron a volverse certidumbres irrefutables, hasta llegó a mencionar que se había cansado de las preguntas y que desde ese momento se dedicaría a la fe.

Paréntesis no necesitó escuchar más y reunió a todos los signos que conocía y que se encontraban cerca porque sospechaba que Apertura no duraría mucho. Esa noche todos fueron testigos del momento que pasaba aquel signo y tuvieron una larga discusión sobre lo que debían hacer para que todo se solucionara. Yo propongo que acabemos con la vida de Cierre, dijo un punto final, así verá que es lo que se siente. Pero con eso no hacemos nada hermano, le dijeron tres puntos suspensivos que llegaban de la cocina, cada uno con una bandeja de tintos; yo creo que es mejor esperar, a veces el tiempo es el mejor aliado. No, no y no, puso el grito en el techo, un signo de exclamación, si esperamos más se nos muere, y concluyó casi a coro con su pareja ¡Debemos traerlo! y todos se miraron, como reflexionando, asintiendo en silencio.

Cuando parecía haber por fin un consenso, Paréntesis, que se había dedicado a escuchar toda la noche lo que decían y a debatirlo en voz baja con unas comillas muy inteligentes que recién llegaban de trabajar en una tesis doctoral, les dijo: Vean, a las malas no vamos a lograr nada, sepan y entiendan que cierre ya se dejó contagiar de las banalidades del mundo y que por más que lo obliguemos, él siempre va a encontrar la forma de irse. Además, ciertos rumores me dicen que ya se encuentra viviendo en el exterior y como esos idiomas de esas tierras tienen fama de ser muy liberales, los signos interrogativos de cierre ya no necesitan a su apertura, es inútil, está contagiado. 

Apertura que estaba acostada en un rincón de la habitación y que hacía horas no hablaba, con una voz ronca, aunque aparentemente interesada, preguntó: ¿Entonces qué tienen en mente ustedes dos? y terminó tosiendo una baba amarilla que no correspondía al color de tinta con la que estaba hecha.

Pues “Si la montaña no va a Mahoma…” y los tres puntos suspensivos terminaron la frase que habían empezado las comillas: “Mahoma irá a la montaña”. Vamos a llevarte al mundo nuevo, a las conversaciones actuales, le explicaban las comillas; a las redes sociales, a los comentarios de YouTube, etcétera. Debemos sacarte de estos lugares acartonados en los que vives para que conozcas el mundo del ahora, donde ya no se escriben cartas, donde las conversaciones y las relaciones son cortas y sin profundidad, a la modernidad líquida, como diría Bauman. Es necesario que te hagas conocer y reconocer si es necesario para que empieces a aparecer en todos esos escenarios y la gente aprenda a tratar contigo, porque este olvido, no ayuda a nadie. 

A pesar de que en aquel grupo muchos solían no ponerle atención a las comillas porque usualmente eran muy prepotentes y se las daban de sabelotodo, sin contar que muchos las juzgaban de no tener ideas propias, esa noche escucharon sus argumentos y sin que alguien se opusiera, le dieron toda la razón.

En las semanas que siguieron, todos se pusieron manos a la obra diciéndole a todo el mundo que Apertura seguía más viva que nunca y que todavía tenía la energía para empezar cualquier tipo de discusión, que se dedicaría a trabajar constantemente por delimitar precisamente el inicio de cualquier interrogante, por lo menos en español, y que estaba dispuesta a participar activamente hasta en esas conversaciones calientes que son exclusivas para adultos.

Así pasó, y hoy en día, aunque no tiene la misma fama que Cierre, es utilizada con un poco más de frecuencia en muchos círculos comunicativos, donde su complemento había sido, en la historia reciente, el gran protagonista.

 

Biografía


Mi nombre es Kevin Estiver Marín Martínez. Nací en Caicedonia Valle del Cauca y me crie en el amor de mi abuela y La Camelia, mi barrio, mi patria chica. Estudié en el Sagrado Corazón de Jesús y me licencié en literatura en la Universidad del Valle, donde también hice un diplomado en derechos humanos. He sido narrador de cuentos y escritor de narrativa corta, de ficción y de no ficción. Actualmente, estudio pedagogía infantil y me desempeño como corrector de estilo.

 




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