Textos que compartidos se vuelven viajeros.

19/9/16

A una dama, no se le para…



Por Manuel Tiberio Bermúdez

Tenía una deuda conmigo, con mi orgullo, con esas pequeñas cosas que suceden y que a veces nos cambian un poco la vida. Tenía que entrevistar a Adalberto Santiago, para saber de él, de su vida, de su música.
Mis conocimientos musicales son mínimos. Les digo a mis amigos que no paso de Gardel, Julio Jaramillo, o Alberto  Cortez, y unos pocos más que han sido compañeros de mis noches de vida.




De la Salsa, me gusta unos pocos temas, por el contenido, por alguna frase que me impacte o que me conmueva, pero no conozco los cantantes y no tengo la pasión que se vive en Cali por ese género musical, aunque tengo amigos tratando de seducirme hacia allá, pero aun no me decido.

Traigo a cuento esto porque me sucedió algo muy particular con un hombre que es un referente en el mundo de los salseros: don Adalberto Santiago.

Una noche antes de su presentación en Cali, el cantante, estaba de jurado en el XI Festival Mundial de Salsa, Cali 2016. Yo estaba delante del sitio destinado para  ellos haciendo registro fotográfico. De pronto me giro hacia donde estaba el jurando y venía hacia la barda, que separaba el jurado del público, un hombre, añoso, sonriente, masticando un chicle y me dice: “a una dama, no se le para”. –Cierto- le dije, aprobando sus palabras, para mí, de evidente doble sentido. Resulta que el señor, Santiago, había ido un momento al baño y una chica había ocupado su lugar…de ahí su apunte.

Yo sabía que él tenía que ser jurado, pues estaba en la zona destinada a ellos, pero no sabía quién era, así que para responder sus palabras le comenté: “Va a estar dura la jornada de jurado, por la calidad de los participantes”.
Mientras me respondía miré sus ojos azules y su sonrisa de hombre bueno. “Efectivamente” –dijo-
De dónde es, maestro, le interrogué. “De Puerto Rico”, me respondió, siempre amable.
Yo quería ser buen anfitrión. Él estaba en la ciudad que hábito, así que le dije: ¿Cuándo llegó?  - Apenas ayer- respondió.
Y como se presentó una nueva pareja en el escenario, volví a mis fotos y él le prestó atención al espectáculo.
Como al dar yo la vuelta, el seguía allí, recostado en la cerca, retomé la conversación. “Amañado en Cali? Le dije. “Esta es mi segunda patria, me respondió”.
Disculpe: ¿Cuál es su nombre?...Adalberto Santiago, me dijo con cortesía.
¡Ah, maestro, que gusto! Nos agrada mucho tenerlo entre nosotros.



En un instante asocie su nombre a la figura que tenía delante de mí. Por razones del trabajo había tenido que leer algo de los jurados y los invitados especiales y él tenía la doble condición de jurado y artista invitado.  En ese momento alguien le ofreció una silla y se retiró a desempeñar su labor. Así conocí al señor Santiago.
Pero me quedaba todavía el asunto de entrevistarlo. No fue difícil. Es amable, afectuoso, se sabe de los grandes y no hace alarde de ello. Nos lo encontramos presto a participar en un conversatorio sobre su vida. Estaban allí Gustavo Sánchez, Adriana Scarpetta y yo, el preguntón de turno.

¿Cómo se encuentra con la música?
“Yo creo que desde que nací, porque desde el vientre de la madre…se rié…no, vamos, estoy en broma.
Luego retoma. “La inquietud fue mía cuando yo me criaba y tenía dos o tres años, en los hogares hacían fiestas y mi papá era músico…

¿Cómo llamaba su padre? Interrumpo.
“Don Justiniano Santiago, que en paz descanse. Entonces me interesaba la música. Los otros muchachos jugando y yo mirando como tocaban. Yo quietecito ahí, como que esa inclinación ya venía desde muchacho. Y mi papá parece que no quería que yo fuera músico. Ponía la guitarra alta cuando se iba a trabajar, pero mi mamá me daba la guitarra para que yo sacara tonos. Y así fue que llegué a los 12 años y ya tenía un trio de voces. Nos mudamos del campo, lo que llamamos el interior, explica, un pueblito que se llama Ciales, muy pintoresco. Yo ensayaba con los muchachos al escondido de mi papa. Un día le dije: mira papi vienen unos muchachos a ensayar aquí a ver si tú nos dejas. Si, como no, por qué no, dijo”.

“Afinaron las guitarras, y lo que él no sabía era que yo era parte del trio. Se me paran los pelos, dice mostrando su brazo, pues lo emociona esta evocación. Luego vino la inquietud por grupos más grandes, conjuntos, fui luego tocando percusión, cantando, haciendo coros, todo. Hasta que…la otra historia ustedes la saben mejor que yo”, dice refiriéndose a lo que se ha escrito sobre su vida y su quehacer de artista.

¿Cuándo o de qué manera descubre que lo que hace le gusta a otras personas?
“Uno nace y tiene que desarrollar lo que Dios te dio, eso es lo que yo he hecho.

¿Qué significo para usted, ser parte de los creadores de la Típica 73”, preguntó Gustavo.
“Esto fue un movimiento. La gente a veces se pone a decir otras cosas que no son. Qué si golpe de estado…nada. Un movimiento de inquietudes, de hacer un grupo en el que todo el mundo cobrara igual, que no hubiera quien cobre más. Todo funcionaba como una cooperativa. En los tres años que estuve con los muchachos, hice tres LP, y teníamos seguro médico, vacaciones, es decir, funcionábamos como una empresa con una junta bien definida. Esa fue la base para que otros músicos después hicieran lo mismo, pero la revolución, la hizo la Típica”.

¿Qué representó trabajar con Ray Barreto?-pregunta, nuevamente Gustavo-.
Ray Barreto, para mí, que en paz descanse, se extraña mucho esa gente, porque para mí fue un padre musical y le doy gracias a Dios, porque en ese tiempo no era fácil: la droga y otros etcéteras, y Barreto era una persona sana, lo único que tomada era soda y a veces un trago de vino. Era muy responsable, muy puntual, tengo que darle gracias a Dios, porque en ese mundo, tener una persona que te guíe, es muy bonito. Fue mi padre”.

¿Qué es para usted cantar? Le pregunto para retomar la conversación.
“Ríe…”mi vida, y cantar hasta que Dios quiera, pué…

¿Qué música escucha cuando se sienta a descansar o a tomarse un vino?
Fíjate, a mí me gusta la música romántica boleros. Oigo toda clase de música: brasilera, jazz, melódico, para relajarme.

¿Dónde reside?
Vivo entre New York y Puerto Rico.

¿Qué le pone triste, maestro?
Nada, dice dejando salir una carcajada…siempre hay algo que no me deje sentir triste. Me miro en el espejo, no como va ser, ese ya no eres tú.

¿Qué le llena de alegría?
“Todo”.

Le recordé nuestro encuentro de la noche anterior y lo que me dijo sobre la dama. Y le pregunté sobre lo que representa Colombia en su vida.

“Bueno, es parte de mi vida. Familia, amistades, y buena parte de mi carrera. Colombia sabe de música, y de baile, por eso Cali llama, la capital mundial de la salsa.

¿Cuál es el tema que más le haya dado satisfacciones en este país?
Bueno, Quítate la Máscara,  fue y todavía sigue siendo un himno y más reciente la música que grabé de alcoba, como la llaman ustedes y también se pegó pues le di un toque diferente”.

¿Algunos pesimistas aseguran que la salsa anda de capa caída?
“Será para otros, para mí no,  y nuevamente reafirma su respuesta con una carcajada. Hubo un momento dado cuando el reggaetón, en Puerto Rico, fue  lo máximo, pero a la Salsa se le abrió la puerta en Japón, en Europa, en otros muchos países. De pronto aquí no está pasando nada, pero allá, sí.

¿Qué piensa de la Salsa Choke?, pregunta Gustavo.
¿Qué es la salsa choke? Interroga el maestro. Y Gustavo le explica la tendencia.
No, no la conozco. Dice.

¿Una canción que le guste, que sea guía?
Son bastantes, pero hice un bolero con Ray Barreto que me gusta mucho y se llama “Alma con alma”. Canta un fragmento para que lo recordemos. Fue el acabose, como se dice con ese tema en Miami, Venezuela, Puerto Rico. Cada vez que lo canto me erizo, porque en realidad me recuerda muchas cosas.

El mejor reconocimiento que le han hecho,  o una ciudad a la que quiera volver.
Son tantos los reconocimientos y muchas las ciudades. Por ejemplo, Venezuela. La primera vez que fui, lo hice con Willie Rosario en el 66, pero también, Cali es Cali y lo demás es loma”.

¿Para usted, la Salsa, nunca va a desaparecer?, le pregunta Adriana Scarpetta.
“No creo. Eso dice la gente, comentarios. Mientras exista un colombiano, la Salsa no muere.

Nos dice que admira a Gibertito, refiriéndose a Gilberto Santa Rosa, un muchacho muy decente. Hablar de Ismael Rivera, ya tú sabes, el “Sonero Mayor”. Víctor Manuel me gusta bastante, a Jerry, del Gran Combo, a mi sobrino, Jerry Rivera, Tony Vega, muchos muchachos, que son familia también.

¿Qué le dice a Cali y su gente?
Que los quiero mucho y que mientras exista un colombiano, la Salsa no muere.
Llaman al maestro Santiago a la tarima, pues llegó la hora de su conversatorio. 


Agradecí a la vida esta oportunidad y apunte su nombre en mi agenda para escucharlo y recordar “que a una dama, no se le para”.



















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