Por Manuel Tiberio Bermúdez
Cali, por esta época se alborota y es como una hermosa mujer preparándose
para la fiesta. La ciudad se hace bella, se contonea y se pone que no le cabe
en su cuerpo las ganas de bailar.
Hay una razón poderosa para esta transformación: el XIX Festival de Música
del Pacifico Petronio Álvarez, que en esta oportunidad va del 10 al 16 de
agosto. Es por ese motivo, que la ciudad
se despierta, se contonea, saluda en las calles, se vuelve brincona y fiestera.
Y entonces echa memoria y se pregunta de cuándo le viene este alboroto que la transforma. Recuerda
que fue en 1997 cuando, para rendirle homenaje a uno de los mejores músicos del
Pacífico colombiano, Petronio Álvarez, en Buenaventura se armó el corrinche por
primera vez.
La nostalgia por su gente que habita en Cali, lejos del mar y de los
sonidos de sus cantos llegados de la selva, decidió el traslado de la fiesta, que es recuerdo y homenaje, para la
Capital del Valle. Y llegó a Cali para quedarse.
Primero se instaló en el Teatro al Aire Libre los Cristales y desde allí
tímidamente lanzó al aire las voces de las cantaoras interpretando arrullos,
currulaos, chigualaos y alabaos, entre otros cantares que salían de
instrumentos y voces, en ese momento, exóticos ya que en la capital poco se
hablaba de cununos, tamboras, violines ancestrales y marimbas.
Desde entonces llevados por los vientos que en las tardes pasean por la ciudad,
esos cantares y esos ritmos se instalaron definitivamente en el alma de los
caleños.
Tiempo después, los aguafiestas de siempre, entutelaron la alegría y los
cantos, argumentando que esas músicas,
que ponían un extraño frenesí en sus mujeres, tenía algo de perturbador y
entonces, hoy como ayer, quisieron marginarla. En el 2008, en la Plaza de
Toros, un lugar en donde se aplaude la muerte, se impuso la música que celebra
la vida. Por primera vez, ese monumental escenario quedó pequeño a una multitud
que se contoneaba y cantaba en un apretujón de alegría y en una hermosa
revoltura de colores. Cánticos que cada vez atraían a más y más personas, no
solo locales, sino gente allende las fronteras de la patria.
Esa falta de espacio para que los sonidos sonaran y para que la gente
compartiera la alegría y bailara libre y en amplitud, obligó a un nuevo traslado: el estadio Pascual
Guerrero. También el escenario fue insuficiente para albergar tanta alegría,
tanta música junta y por eso, desde hace
tres años, la fiesta se realiza en la Unidad Deportiva Panamericana en la que
logró que en un solo espacio se reuniera la más importantes muestra cultural
del pacifico nuestro.
Cali está que se baila, hoy, la ciudad vuelve a sentir ese hormigueo en los
pies, porque ya se anuncia la versión número 19 de éste Festival, que se
realizará, del 10 al 16 de agosto.
Cali está lista para el festejo que dejó de ser patrimonio de los afrodescendientes y se
convirtió en un encuentro de todos los colores de piel, en el lugar más
pluriétnico del país, en un espacio que
hermana a los pueblos que se dan cita anualmente para disfrutar de una fiesta
sin olvido.
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