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Pacifico Cabrera..foto tomada de la web |
Por Manuel
Tiberio Bermúdez
Esa frase con la que remataba el
personaje "Pacifico Cabrera" "(el del chivo de Sábados Felices)
todas sus búsquedas y desventuras en medio de la burocracia, representada en los
distintos funcionarios a los que humilde se acercaba para conseguir el
certificado de que "quiere vivir en Paz', se volvió el símbolo de los
anhelos del pueblo Colombiano y el de la indiferencia de quienes, de alguna
manera, pueden contribuir a que la Paz deje de ser un sueño de pocos.
Desde hace mucho tiempo, pero más
hoy en día, desde todos los rincones del País se levantan voces que claman por
la Paz...pero a la larga nadie se compromete.
Y el pueblo está esperando que a
quienes les corresponda, asuman el compromiso para lograrla. Se habla de los
factores de violencia y sin lugar a dudas el más acentuado, el que genera más
violencia es el de la pobreza de nuestros compatriotas y el de la rapiña
insaciable de muchos funcionarios.
No nos engañemos: pocos son los
que pueden acceder, por ejemplo, al
estudio con esos sueldos de miseria y quienes logran formarse, no encuentran un
sitio para emplear sus conocimientos.
Ni hablemos tampoco de la
salud, ya que enfermar en estos momentos
es estar en riesgo de muerte, pues los médicos y la medicina están a kilómetros
del alcance de los bolsillos de los que nada tienen. ¿Cómo se puede vivir con
el salario mínimo? Yo no lo entiendo.
No me imagino cómo se puede dar
de comer a varios hijos, darles estudio, proporcionarles ropa y vivienda digna
con esos salarios insignificantes. Si algo produce descontento en cualquier ser
humano es vivir sin dignidad, sacrificando
su familia a las incomodidades, al hambre, a la tristeza de ser un
individuo marginal.
Yo no sé qué soñaran los ricos,
los poderosos, los que todo lo tienen, no sé qué más quieren hacer cuando
derrochan hasta el hartazgo y sus cuentas siguen intactas. Pero
sí sé que los pobres, los que luchan por vivir con dignidad no piden mucho: solamente
lo justo para no morir de hambre, para existir al menos, como una caricatura de
la felicidad.
Los poderosos tienen que pensar,
que esos hombres, sobre los cuales
edifican sus fortunas, no desean más que lo justo: un salario que pague sus
esfuerzos, anhelan un poco de bienestar para ellos y los que aman. Yo no sé qué
soñaran los poderosos, los dueños de cuentas bancarias incalculables, pero si
sé que esa indiferencia hacia la gente que les da su fuerza de trabajo, un día,
será el más grande detonante que puede hacer tambalear sus imperios económicos
y entonces será tarde para rectificar.
Todos queremos la Paz, pero nadie se compromete... y sin ese
compromiso de todos, Colombia, la de los dos mares que no podemos conocer
porque no nos alcanza lo poco que ganamos, la de los paisajes maravillosos que
se han ido llenando de cruces; Colombia, la de la riqueza para unos pocos que
han negado la dignidad a muchos, seguirá derrumbándose lentamente hasta que la
paciencia de los que nada poseen, les diga que lo único que les queda por
perder es la vida y entonces...ahora si, de una vez y para siempre ya no habrá
nada que hacer.
Ha llegado el momento de comprometerse. Ha llegado la hora
de que las grandes empresas, los industriales, los de las arcas repletas, aporten un poco para que esta nueva Colombia, que
apenas se insinúa gracias a los acuerdos de La Habana, se haga realidad, se
vuelva una patria vivible, en la que todos tengamos un trocito de espacio para
vivir merecidamente.
La paz no la construyen los acuerdos logrados; la paz es el
resultado del esfuerzo colectivo, de un
sueño en plural con aportes pequeños y grandes, cada cual dentro de sus
posibilidades. Hay que cambiar la frase a esta nueva: “Todos hablamos de paz y
todos nos comprometemos”.