Han pasado muchos años, desde cuando la vi por
primera vez. Yo salía del English Pub, un extraordinario sitio al norte de
Armenia. Acababa de cerrar el local, pues ya había terminado mi labor.
Caminé un poco, pues iba a buscar algo de comer
ahí cerca. A esa hora, hacían perros calientes y vendían con gaseosa. De
pronto, a mi izquierda y sentada, estaba ella. Era una niña, muy joven. Lloraba y se hallaba sola. Me
arrimé y me quedé a su lado, en silencio.
Esperé a que me mirara con sus ojos tristes y
le pregunté qué le pasaba. – Me quiero morir, fue su respuesta. Le dije
que estaba muy joven y que la vida era bella. Seguimos conversando un poco y
luego, le dije que se fuera a su casa. No supe qué más decirle, pero seguí a su lado,
esperando alguna reacción. Al final, la noté más tranquila y nos abrazamos. Le
dije que esperaba volver a verla al día siguiente y
más tranquila.
Así fue. Apareció un día después y charlamos. Fue una larga conversación. Me sentí muy contento. Después, se me perdió.
Años más tarde, gracias a las redes sociales,
la volví a encontrar. Algo que quería que sucediera de tiempo atrás. Charlamos
y estaba muy animada y con ganas de hacer muchas cosas.
El destino, los momentos, lugares, todo influye
a veces para que la vida cambie en un segundo. Por eso, ella nunca imaginó que
un paseo en moto con otra amiga, terminaría en tragedia.
Cuando aquella tarde, a comienzos de septiembre de 2014, se dirigía con una amiga por la Avenida Centenario con la tranquilidad del caso, observando el paisaje y disfrutando la vida, aparecieron dos atracadores quienes las redujeron y robaron. Lo grave del caso fue que cuando ya habían partido y las habían dejado tiradas en el piso, ella volteó a mirar y sonó un disparo que dio en su cuerpo. En septiembre 4, escribió “Amigos míos, he sido víctima de la estúpida violencia en el Quindio. Me dispararon pero todo saldrá bien. Me recupero rápidamente. Pido a todos una oración por mi cirugía”
Había sentido un quemonazo fuerte en la espalda
y quedó ahí tendida, esperando una ambulancia que tardó siglos en aparecer.
La noticia en el periódico me erizó la piel y
fui al hospital a verla. Estaba en piso ya. Lo peor había pasado. La vi y me
alegré demasiado. Fue un momento de sentimientos encontrados. Estaba mejor, pero
no sabía si podría recuperarse y volver a caminar. Al salir, unos metros más
adelante, entré a otra habitación. Allí estaba recuperándose uno de los
atracadores. Un muchacho, un joven. Solo lo miré y nada le dije, ni lo vi con
odio. Nada de eso. Me fui.
Pero ella seguía aferrada a contar. Y el 7 de septiembre, escribió: “Bueno, después de una larga espera en este hermoso hospital llega el día de la verdad, mañana a las 10 am me extraen la bala y las esquirlas que están muy cómodas entre mis vértebras l4 y l5, así que toda la energía y luz enfocada en la mente del neurocirujano que hará el procedimiento. Todo saldrá bien y sé que me iré caminando de este hospital, un beso y las gracias infinitas por toda la bonita energía que me han expresado. Mañana naceré de nuevo”. “¡Soy capaz de perdonar y levantarme de nuevo!!!” Somos galaxias”. El 14 de septiembre: “¡Ni a balazos me quitan el buen optimismo! ¡Salgo de la clínica hoy!”
En octubre, ella escribió: “Recuperando
sensibilidad y entendiendo la magnífica forma que tiene el dolor de enseñarme.
Lo acepto, lo vivo y no lo grito. Pero uffff que difícil forma tras las
bambalinas tiene”. “Quiero caminar, correr, montar bici, subirme a los árboles,
bailar y tanto más… Por lo pronto ya comienzo los ejercicios de pie y escalaré
el mundo pronto. (Ah y el dolor se irá). “Hoy me dio la mano y me pidió
disculpas uno de los dos hombres que me cambió la vida. Yo lo disculpé y vivo
sin rencores, a él le esperan 24 años de duro aprendizaje”
Para noviembre, se programó la audiencia. Allí,
uno de los jóvenes atracadores la miró: “Él, con su cara llena de odio me
miró, no podía dar más que eso, simplemente su pena ya estaba dicha: 24 años de
prisión, yo no me inmuté ni le bajé la mirada, él había decidido todo en el
momento mismo en que disparó; con esta sentencia se cierra este ciclo con ellos
dos”.
Volví a ver a mi amiga fuerte y poderosa. Meses
después, estaba en su apartamento. Para completar, un quinto piso. Estaba con
muletas…luego, más adelante, utilizaría bastón.
Meses después, se me desapareció nuevamente y
por completo. De pronto, como por arte de magia, en enero de 2016, estaba en
México. Le habían ofrecido todo para su recuperación total y para que volviese
a caminar. Empezó los tratamientos y con fe, mucha fuerza de voluntad y porque
cree en ella, volvió a caminar, a ser mejor, a disfrutar como siempre.
“La empresa que donó la mitad de los implantes
me ha contratado, solo faltan mis papeles y podré seguir laborando con ellos,
gracias a esto podré continuar con los pagos y con las terapias, no está por
más decirles que, aunque quedé con una discapacidad no me minimiza en lo más
mínimo para continuar con las ganas de disfrutar la vida y de salir adelante
coronando cumbres y disfrutando de estar viva. Por lo pronto quedo con el
compromiso de ayudar a quien necesite en mi camino ya que más agradecida no
puedo estar con todos y cada uno de ustedes. Sus oraciones y ayudas no han sido
en vano. Gracias totales”.
Hoy, Ximena Bolívar Botero hace lo mejor de su
vida. Camina, trota, escala, pinta y ahora, labora
en México. La sigo admirando, porque la vida la ama, Dios
la ama. Gracias a la vida…
La gloria sea para Díos.
ResponderBorrarHermosa historia de vida.
Mil gracias. Ella es maravillosa.
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