Textos que compartidos se vuelven viajeros.

30/9/15

“Todo lo que he aprendido es de la calle”: Hermes Manyoma.



Por Manuel Tiberio Bermúdez

Pocas veces el público tiene la oportunidad de estar de tú a tú con los artistas que admira.
Gracias  a la serie de conversatorios que se iniciaron como parte de la programación del X Festival Mundial de Salsa, Cali 2015, el cantante, compositor y director de orquesta, Hermes Manyoma, compartió  con sus seguidores, momentos  de su vida, sus comienzos,  las giras, los éxitos que le han dado un lugar privilegiado en el mundo de la música.

El texto a continuación hace parte de uno de los conversatorios que el artista tuvo en la Audioteca Municipal de la Secretaria de Cultura y Turismo de Santiago de Cali y que transcribimos como homenaje a su talento.

Una vida por contar


Fue grato, ver al “maestro”, ahí frente a  su público: sencillo, locuaz, risueño, cantante siempre.
Hablo de sus inicios, de ese pasado en el que las ollas en  su casa sintieron el azote de su ya iniciático sentido del  ritmo. Contó del apoyo sin restricciones de su señora  madre que entendía el camino del son de sus hijos.

Contó cómo junto a su hermano, esperaban a la mamá que regresaba del trabajo que desempeñaba en Propal. Se ubicaban en la calle 34 con Cra 8ª, cerca a un sitio que se llamaba Galaxia Musical Nuevo Mundo, al que llegaban muchas orquestas. Mientras aguardaban veían como al lugar llegaban personajes como Richie Rey, Alfredito Linares, Lucho Macedo, entre otros. Recuerda también que allá conoció a Los Supremos, una orquesta colombiana cuyo cantante era un señor que se llamaba Piper Pimienta, uno de los iconos de la música colombiana. “De él muchos aprendimos su manera elegante en el vestir, su forma de bailar, los visajes que hacia cuando estaba en tarima porque era un grande de la música –dijo-.”.

Nos contó también que su hermano Wilson Manyoma, más conocido como Wilson Saoko,  un día se fue a estudiar a Popayán aunque sabía que lo suyo era la música.

“Teníamos un amigo, Dagoberto Gil, que hoy vive en Panamá –recuerda para el auditorio- y  quien conocía nuestro interés por la música y lo que hacíamos en casa. Cualquier día, como una premonición nos dijo: “a ustedes yo los voy a llevar a cantar con Fruko”.

A mi madre no le gustaba mucho la amistad con él hombre porque era aficionado al licor, pero cumplió su promesa y el primero que cantó con Fruko fue su  hermano Wilson.
“Resulta –contó Manyoma- que Dagoberto se perdió de nuestras vidas por un tiempo. De pronto, meses después apareció y preguntó por el paradero de Wilson. Él andaba por allá tocando un matrimonio.
-Pues hay que buscarlo porque mañana me lo llevó para Medellín a grabar con Fruko y sus tesos, dijo-.

“Efectivamente al día siguiente mi hermano Wilson,  partió hacia Medellín. No volvimos a saber de él, ni llamaba, ni un Marconi o telegrama, que era lo que se usaba en esa época. Un día sintonizamos una emisora de la capital antioqueña  y mi hermano Henry y yo escuchamos una canción que decía “Rico, rico, caballero”. .-Ese es Wilson dijimos, y efectivamente era nuestro hermano que ya  había grabado con Fruko”.

Poco tiempo después –contó Hermes- el Wilson llamó y nos confirmo que efectivamente había grabado con Fruko y que iban para Barranquilla porque había llegado “El Joe”.

Entonces contó que “el proceso con Joe (habla de Joe Arroyo) fue difícil porque él era un ídolo en Cartagena y no quería radicarse en Medellín. El tenía su orquesta, La protesta. Nosotros vimos la novela pero no cuenta lo que fue la vida real, nosotros si podemos decir como es la cosa, pero la novela no. Tiene muchas cosas que son un impacto  publicitario pero no lo que la gente debió de haber conocido: la parte humana del Joe, de Wilson y de Fruko”.

Entonces nos aclara, que habla de todo esto para que haya una conexión con lo que ha sido de importante la música en la familia.

“Yo comencé mi vida en la música en los años 80. Empecé con una orquesta que actualmente se llama La Octava Dimensión pero que en ese entonces se llamaba La Sonora Juventud. Allí inicie como utilero, y luego me hacía en una esquinita a hacer coros, a tocar el güiro y la campana. Pasaron unos 4 años y yo ya conocía el repertorio de la orquesta cuando un día el cantante principal  hizo falta.  Estábamos en una presentación en Palmira, en una discoteca que se llamaba La llave. Cuando eso, las orquestas empezaban a tocar a las 2 de la tarde hasta las 10 de la noche y las orquestas tocaban 5 tandas de 45 minutos. Había que estar muy bien preparado”.

Los de la orquesta me dicen: “Hermes hágale usted. Y yo como me sabia casi todo el repertorio, le dije vamos en la juega”. Hice tres set de 45 minutos y al 4 llegó el cantante principal. Al terminar el toque uno de los  músicos dijo: “Bueno, hermano, ya Hermes no es más utilero y ahí comencé yo a responsabilizarme como cantante”.

“Estuve con la Orquesta Dimensión unos 10 años y en ese tiempo alternamos con unas 14 agrupaciones internacionales. Aquí hubo una persona que se llamó Larry Landa, y para los años 1982, 1983, nos puso a alternar con la gran mayoría de orquestas de Puerto Rico y de Nueva York. Fue la primera persona que trajo orquestas de New York a Cali”, dice.

“Nosotros tocábamos música de todas las orquestas que había. Nosotros hacíamos música del momento. Alguna vez un músico dijo. “Las orquestas de Cali, son orquestas de radio”, queriendo decir, que tocábamos la música de otros que estaba pegada. Entonces me dije: “Yo quiero hacer música escrita por mí”.

“Estábamos alternando alguna vez con el Conjunto Clásico, y tocamos un disco del Gran Combo: “Compañera mía para ti naci, compañera mía por ti viviré”. El director de nuestra orquesta, Santiago,  le preguntó a Ramón Rodríguez, el gran compositor: “Ramón como viste la orquesta”, y Ramón le dijo: “Suena mejor que El Gran Combo. Eso ya es una herida. Se llama una herida –explica- porque nosotros tocando una música de otra orquesta nosotros no podemos tocar mejor que la original”.

Yo empecé a escribir mí música y un día le dije a Santiago: “Quiero que hagamos música de nosotros”. Sacó algunas disculpas y seguí con ellos otros 8 meses, porque yo quería hacer música mía”.

“De ahí me fui para Bogotá y llegué a CBS, donde estaba Willi Salcedo a llevar una muestra en la que estaban temas como: “Yo no quiero bailar separado, yo quiero bailar son pegaito”. Vive feliz, La pobre Lola, entre otros”.

En el año de 1987 salió Hermes Manyoma y su orquesta la ley y de ahí en adelante su discografía logró el reconocimiento del público y las ventas de sus temas fueron un éxito.

Alguien del público le pregunta si estudio sobre métrica y otras materias para la música, a lo que Manyoma responde: “a la Octava Dimensión llegó un muchacho de apellido Contreras, a cantar conmigo en el grupo. Venía de Ibagué, Tolima. Él leía música y tenía técnica para el ejercicio vocal y compartió conmigo sus conocimientos en algunos aspectos de técnica vocal. Yo estuve en el Instituto Popular de Cultura unos tres meses y no volví, porque yo creía que sabía cantar, pero aún siento que sigo aprendiendo. Todo lo que he aprendido es callejero.”, dice.  

Asegura Hermes que la Orquesta la Ley tiene un golpe caleño, es decir, el golpe pachanguero. “He hecho un tema con mi hijo –cuenta-  quien en adelante va a cantar muchos de los temas que yo ya tengo hechos para él”.

Dicho esto Manyoma suelta un tema que llena el auditorio y mientras la música suena muestra sus habilidades de bailarín curtido en las tarimas. Al final explica que ese ritmo es el golpe de Pachanga, “como bailan los bailarines y la gente de Cali”.

Dentro el público, alguien pide la palabra Semanate,  para elogiar el trabajo del maestro. Es un hombre que sabe de música, con capacidad de análisis y conocimiento de lo que dice. “siempre he resaltado el trabajo musical de Hermes Manyoma, dice. Cuando he escuchado la orquesta de Manyoma en vivo se me eriza la piel porque suena como un relojito. Y además agrega – éste man como habla canta-. El auditorio se ríe y celebra el cumplido. “A lo bien que si”, dice otra voz en el auditorio.

Agrega el hombre inicial: “La salsa, cuando Hermes habla del golpe de Pachanga, que es un ritmo caleño y en Cali le apostamos mucho al ritmo de la Pachanga. Y asevera: Cali, no es una ciudad salsera. Cuando se habla de Cali como una ciudad salsera es una mentira muy grande. Cali es una ciudad que se identifica por las pachangas, por la música tropical bailable, más no por la salsa. La salsa es otra cosa diferente a lo que nosotros los caleños bailamos. Esta ciudad ha sido muy pachanguera y muy guarachera también. Claro que hay salseros, pero la ciudad tiene otros estilos musicales que nosotros a veces la metemos en un conjunto y creemos que todo es salsa, pero no. Cali es una ciudad tropicalera y pachanguera”. Entonces felicita a Manyoma por su tema de golpe pachanguero.

Hermes Manyoma agradece la presencia del público y mientras suena el tema que quiere destacar Golpe de Pachanga, algunos asistentes sacan sus celulares, le piden al artista una foto e inmediatamente muchos le rodean para la imagen, la imagen  del no olvido, la foto del recuerdo con uno grande de la música nuestra.













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29/9/15

Ser de Buenaventura le da un color especial a lo que hago en el escenario



Por Manuel Tiberio Bermúdez

Las personas caminan por la vida llevando sus recuerdos como equipaje que siempre es compañía. Vayan donde vayan, hay olores, sabores y paisajes que son parte del viajante. Son nostalgia, pero también aliciente para las luchas en la vida, son bálsamo para esos momentos en que el alma añora y pide los regresos.

Betty Garcés es una colombiana que hoy camina el mundo exhibiendo su arte como soprano. La encontramos en la Plazoleta Jairo Varela y allí, nos concedió un espacio para el diálogo, para las remembranzas, para contarnos de su trabajo y de sus nostalgias.

“Para mí es un gran honor y un gusto estar de nuevo en Cali y recibir ese calorcito de hogar que siento en esta ciudad.

Betty, nació en Buenaventura y hoy anda en una gira internacional que la ha llevado por Viena, Londres, Argelia, Bogotá. Ahora está en Cali para un recital que dará el 1º de octubre en el Teatro Municipal, Enrique Buenaventura, acompañada del pianista caleño, Alejandro Roca. Luego seguirá a Washington para terminar en New York.

Betty hace unos 7 años que vive en Bremen, Alemania. Terminando una segunda especialización.

“Yo hice mi máster en Opera, en la ciudad de Colonia y este segundo es una especialización que se llama solo clase, es un nivel un poco más alto de un máster direccionándome como solista, en diferentes estilos como canción alemana, canción francesa, concierto”.

¿Cómo se produce ese salto de Buenaventura a Alemania?
“Son saltos inesperados. Yo me vine a estudiar a Cali, porque mis padres querían impulsarme a que conociera un poco más allá del entorno porteño. Terminé el colegio en Cali y cuando estaba terminando vi que había inscripciones para diferentes instrumentos en el Conservatorio Antonio María Valencia. Cuando yo estaba más pequeña mis padres me habían regalado una guitarra y siempre quise aprender a tocar ese instrumento. Me inscribí para aprender a tocar guitarra y también en canto. Presenté los dos exámenes y me gané el cupo para…canto”.

“Empecé a saber de este mundo del canto lírico que no conocía pues en Buenaventura nunca había escuchado Opera, pero mi profesora hizo un buen trabajo educando mi oído, mi criterio y me fui enamorando de ese bello canto”.

¿Cómo ha podido conciliar la alegría de los ritmos de la costa pacífica: el Mapalé, el Currulao, con la frialdad del canto lírico?
“Yo no lo llamaría frio, es un estilo diferente, es, digámoslo así, más reservado, pero está lleno de tanta pasión y de tanta fuerza, que yo he encontrado propósito en el hecho, que venga de donde vengo, de una tierra pujante, una región en la que la gente es todo el tiempo activa, alegre, porque todo eso se ve reflejado en la música, así también en la clase de música que hago. La gente percibe eso, aprecia esas raíces y este es un elemento muy especial en cuanto lo que hago y estoy muy agradecida de esas raíces”.

¿Le han servido para su oficio, esos primeros sonidos del mar, de la selva para involúcralos en  su estilo, en la clase de música que hace?
“Claro que sí, porque la interpretación de cualquier clase de música está totalmente arraigada con las experiencias personales que uno haya tenido en su vida. A la hora de expresar sentimientos y expresar emociones en el escenario, todo lo que uno ha vivido influye y todo se trasmite por medio del idioma de la música. Pienso que ha sido una riqueza muy grande haber vivido lo que he vivido y donde lo viví y que le da un color especial a lo que hago en el escenario.

¿Colombia, a veces es olvidadiza. Cómo la ve la crítica de nuestro país, como la muestran ante el mundo, o no la tienen en cuenta?
“Yo, la verdad, estoy muy feliz. Los últimos cuatro años he tenido la oportunidad de vivir consecutivamente y he trabajado, sobre todo, en Bogotá con el Teatro Colón; con la Opera de Colombia y para mí ha sido muy hermoso ver y sentir el recibimiento del público en cada una de las presentaciones que hemos tenido. He sentido mucho amor, mucho cariño, mucho reconocimiento del público colombiano. También en las redes. Yo espero que estas manifestaciones se sigan extendiendo, que la gente pueda seguir conociendo, en todos los rincones de Colombia, la historia de mi vida. Estoy muy agradecida con mi país porque siento que tengo un lugar aquí. Siento que la gente, realmente, aprecia y respeta lo que hago”.

¿Qué extraña de su Buenaventura a tantos kilómetros de donde hoy vive?
“Además de mi preciosa familia. Extraño la brisa que llega del mar, la lluvia calientita de las tardes, el sonido del mar, la calidez de la gente, el pasear por la calle y que todo el mundo se conozca. Pararse en una esquina a conversar con alguna persona que no se veía hace mucho tiempo, comer chontaduro con café, las tortas de mi mamá, mejor dicho, extraño muchas cosas”.

¿Nosotros , la gente del común, enamoramos con un bolero o con una balada. Con que enamora una mujer que hace música lírica?
A ver,  me dice riendo, esa pregunta nunca me la habían hecho. Pues no lo sé. Yo simplemente trato de abrir siempre mi corazón y yo estoy muy agradecida porque siento que he recibido mucho amor en mi vida. Hubo momentos muy difíciles pero trato de guardar todos los instantes de amor que he recibido y trasmitirlos a través de lo que hago. Tengo la esperanza de que la gente perciba ese amor que quiero darles por medio de lo que hago”.

¿Cómo es el público colombiano para la llamada música culta?
“Siento que Colombia está creciendo en este aspecto. El público colombiano en cuanto a la música clásica cada vez es más. Pero en parte, es un trabajo que se debe realizar por parte de las diferentes entidades encargadas de la cultura. Pienso que en esto vamos en crecimiento. Se deben abrir los espacios culturales para que cualquier persona tenga la posibilidad de conocer de este género y quien quita que un joven en base a estas expresiones pueda construir su proyecto de vida.

¿Cuál es su reflexión para los colombianos?
“Considero que el hecho de que tengamos la posibilidad de tener música en nuestro diario vivir es la oportunidad de tener con nosotros, un lenguaje de amor, un idioma muy especial a través del cual podemos expresarnos. Es un lenguaje que podemos usar también para la reconstrucción de muchos hogares, de muchos corazones que de pronto pueden estar pasando dificultades. Quiero invitarlos a que se interesen más por los movimientos culturales: música, danza, todas las artes. Motivemos a nuestros jóvenes para que comprendan que a través de las artes tienen caminos para escoger y para construir su vida en base a lo que sientan en su corazón.




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23/9/15

La música, es un motivo para vivir


Isidoro Corkidi Yaffé, nació en Cali. Locutor, conferencista, investigador, traductor, camina por el mundo pensando en una sola cosa que es su motivación principal: la música.

Si uno se atreviera a hacer la entrevista con él de pié terminaría con tortícolis. Desde su altura, heredada de sus ancestros turcos, Isidoro Corkidi debe ver todo de manera diferente, a tal punto que escogió la música como su norte de vida, pero no una en particular sino la música del mundo en general.

Tiene una voz potente y educada en los ajetreos de la radio que practica hace más de 16 años. Con esa voz cuenta, informa y promociona los cantantes, orquestas y ritmos musicales,  que busca en cuanto país, casa, amigo o lugar tiene posibilidad de esculcar. 

Para esta X edición del Festival Mundial de Salsa, Corkidi, recibirá un reconocimiento  por parte de la Secretaria de Cultura y Turismo de Santiago de Cali. Le preguntamos ¿por qué la distinción?
“Estas son de esas cosas que uno no se espera y además, uno no se mueve en este medio con el fin de que este tipo de cosas sucedan. Uno simplemente hace las cosas que cree que debe de hacer y si en el concepto de alguna entidad considera que es merecedor de algo, pues es gratificante que ese reconocimiento llegue. Pero mis propósitos nunca van por ese lado. Yo diría que llegan sorpresivamente y cuando llegan uno las recibe con agrado”.

¿Cómo comenzó a interesarse  por la música?
“Ni uno mismo sabe como comienza en esto de la música. Recuerdo que tenía unos 13 o 14 años y por esa época vivía en Bogotá en pleno centro de la ciudad. Por esa época había muchos almacenes de música, uno podía encontrar dos o tres en la misma cuadra. Yo caminaba mucho por la carrera séptima, no tenía familiaridad alguna con la música cubana y ni sabía que era esa música. De hecho, estudiaba en un colegio de enseñanza inglesa. Pero, sonaba mucho “El carretero”, de Guillermo Portabales, y ese tema cautivó mi atención. Cada que sonaba ese tema , yo me detenía a la puerta del almacén del que saliera esa música  y esperaba hasta que terminara la canción. Si de casualidad yo seguía caminando y en otro almacen sonaba esta canción hacia lo mismo. Con el paso de los años, es que uno descubre esa semillita que se sembró en uno”. 

Corkidi, hace una pausa, busca en su mente los recuerdos.
“Luego de vivir en Bogotá durante 17 años, llegué a Cali en 1978. La radio en Cali por esa época, era una radio muy diferente a la de ahora. La Salsa estaba en furor y digamos que se documentaba de alguna manera lo que se estaba radiando para el público.  Empecé a interesarme en esa música y de lo que de ella se contaba y eso me cautivo. Al cautivarme la Salsa, de pasó también me cautivó la música cubana porque yo diría que van de la mano”.
Lo que empezó sin ninguna relevancia se volvió para él importante y ya cuando tuvo la ocasión de hacer programas radiales  sintió que tenía una responsabilidad ante el público oyente y se dio cuenta que tenía que estudiar para poder hacer un programa bien hecho. No se trata de moler música, la idea era poderle suministrar al oyente alguna información ya fuera sobre los cantantes, las orquestas, los compositores, algunas anécdotas, en fin, dar una información que le sirviera al escucha.

¿En cuál bando se ubica: en el de los coleccionistas, o en el de los melómanos?
Yo creo que uno es una mezcla de ambas actividades. Lo uno sin lo otro como que no va.

¿Como se inicia en el mundo de la radio? 
“Yo ya había incursionado en la radio pero un amigo muy cercano, Pablo Emilio del Valle Arroyo, me invito a un programa que le ofrecieron en la emisora de la Universidad del Valle, y me invitó a hacer el programa con él. A propósito, en septiembre del 2015 cumplimos 16 años de estar al aire”.

“Me gustó el formato del programa porque consistía además de la música en darle al oyente información. Yo utilizó una frase que la dijo Alfredito Linares en algún momento: “no podemos permitir que la música nos resbale así no más; nos tiene que dejar algo”. Para que nos deje algo, eso implica investigar y esa investigación le trae beneficio a los programas que realizamos pero sobre todo al publico que a la hora de la verdad, es el mayor beneficiado”.
En 16 años uno aprende mucho y oye mucha música. ¿Cuál es su artista preferido y por qué?
“Cuando me han hecho esa pregunta, yo respondo: dentro de tantos artistas, tan maravillosos, atreverse a escoger uno o dos o tres, sería un irrespeto con los mismos artistas decir que alguno es mejor”.

Pero, insisto, hay alguno que es el que lo hace comprar , le digo…
“No es uno solo, son muchos. Es toda una  colección de música linda y no solo este genero de música. Es verdad que nosotros hacemos un programa enmarcado en la música cubana, en la Salsa, en los boleros, pero realmente nuestros gustos llegan mucho más allá. Yo diría que a mi, me gusta es la música del mundo”.

“Por ejemplo, una artista que me cautiva bastante es la ya fallecida Edith Piaf. Una mujer que dejó una gran estela musical. Dentro del mundo del Jazz uno tiene que mencionar a Louis Daniel Armstrong, en fin, a muchos artistas”.

“Hay algo que es muy curioso, dentro de la muchachada que le gusta la Salsa en Cali. Si usted dice que le gusta un vallenato es como si fuera un sacrilegio, es objeto de críticas. Yo digo que no debe ser así, pues además, esa música es nuestra. Claro, no toda es buena y esto pasa dentro de todos los estilos, la hay buena y la hay mala”.

“¿Pero por qué encuadrarse en un solo estilo –dice- cuando la música en general es tan maravillosa, despierta sentimientos. La música de cualquier país o región puede sembrar en uno los mejores sentimientos”.

¿Usted, como muchas otras personas en Cali, cree que Cali es la Capital Mundial de la Salsa?
“Honestamente, no lo creo. Le digo la verdad, Cali es un sitio importante dentro del mundo de la Salsa, pero quien haya ido a New York y haya vivido ese ambiente podrá decir: Nueva York, ha sido y es y probablemente siga siéndolo. Es que los hilos que mueve la ciudad de Nueva York, son tan poderosos que aunque por un tiempo hayan decaído le basta aun para seguir siendo la Capital de la Salsa. Yo no lo digo con irrespeto, cuando digo que Cali no lo es. Es una ciudad importante para el mundo de la Salsa, pero de ahí a que sea considerada la Capital Mundial de la Salsa, eso ya es otro cuento”.

¿Sobre los 10 años del Mundial de Salsa usted que piensa?
“Esto es maravilloso para el mundo del baile. Cali siempre ha tenido unos bailarines supremamente especiales. Pero lograr agruparlos, y que haya un gremio que los agrupe y los exporte hacia el exterior, esto ha creado una corriente. Es como una espuma que sube sin detenerse que deja el nombre de Cali muy en alto y muestran una Colombia diferente ante el mundo”.

¿Cuál es su mirada sobre la radio en Cali?
“La radio que se hacia antes era buena y hay algo muy particular, lo que teníamos, la música cubana y la Salsa, no permitíamos que nadie nos lo vulnerara. No permitíamos que ni el merengue, ni el reggaetón, ni otros estilos de otros tiempos, penetraran, es decir, hacíamos respetar nuestros predios. Pero, la radio de ahora es muy diferente, es netamente comercial y no les importa pasar por encima de quien sea con tal de tener sintonía”.

¿Cómo y dónde consigue la música para mantener el programa durante 16 años?
“Yo hago el programa en compañía de Pablo Emilio del Valle, y cada uno de nosotros aporta lo que tiene y lo que vamos consiguiendo y cuando viajo, a cualquier ciudad que llegue, algo consigo”.

¿En este mundo moderno qué usa más vinilos o CD?
“Vinilos sin lugar a dudas”.

¿Son las 10 de la mañana, que canción escucharía en este momento y porque?
“La vida en rosa de Edith Piaf, es una razón para vivir”.

¿Qué es la música para Isidoro Corkidi?
“La música es vida, es esencia, es un motivo para vivir. En los momentos más amargos, la música ayuda a no caer al fondo de una depresión. Es una inyección de ánimo”.  


Foto por Manuel T. Bermúdez.-


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11/9/15

De los matrimonios bien habidos: el de la literatura y el periodismo


Manuel Tiberio Bermúdez

Las confesiones de los escritores son siempre amenas y atractivas, porque en vez de sorprender o escandalizar, se vuelven parte de la vida de ellos, es un adorno más a ese mito en el que se van convirtiendo los literatos.

Santiago Gamboa, Julio Cesar Londoño, Juan Fernando Merino, moderados por Catalina Villa, participaron de un conversatorio sobre literatura y periodismo, pues los invitados tienen esa doble condición: escriben ficción pero también testimonian la realidad desde su oficio de periodistas.

Cada uno llego al periodismo por caminos diferentes. Gamboa, dijo a los escuchas que había llegado al periodismo “no por accidente pero si por una necesidad bastante urgente y era la de encontrar un trabajo y tratar de sobrevivir en París”, contó.

Julio Cesar Londoño, confesó que se arrimó al periodismo, “más que todo para salir en la prensa pues a mí eso me parecía como interesante”.

Por su parte Juan Fernando Merino, en New York, debido a una mala racha, terminó en la Mesa de Edición del Diario La Prensa, de la Gran Manzana. “La mesa de edición es el nombre glorificado de quienes juntábamos cables de distintas agencias de prensa” dijo.

Luego contaron que lo aprendido en el oficio del periodismo les ha servido para escribir ficción y que la ficción les ha servido para hacer buen periodismo.

Detallaron como las redacciones de los diarios contribuyeron a sus disciplinas de escritores, en lo referente a decidirse a abordar temas, a trabajar contra el tiempo, a escribir con el reloj, escribir con el ritmo que marca el tic tac. 

“Hablaron de los ritmos de la escritura y las cadencias propias de cada escritor. “A mí me parece, dijo Gamboa, que quien se demora 10 años escribiendo una novela, por lo general es porque escribe poco. Eso esta bien, es su ritmo particular. La influencia más grande que tengo del periodismo en mi oficio de, no fue tanto la escritura sino que debido a que yo era corresponsal en Paris, hacia muchos desplazamientos y comencé a descubrir la importancia de los viajes, la búsqueda de las historias y el placer de estar solo en un hotel escribiendo, buscando, descubriendo. De ahí que en un tiempo escribiera libros de viajes”.

Julio Cesar Londoño afirmó que la relación entre literatura y periodismo es una de las relaciones más fecundas e importantes que ha sucedido en el mundo de la comunicación. “Creo que pocos de los matrimonios bien habidos es el de la literatura y el periodismo. Se han retroalimentado muy bien. La literatura le aportó al periodismo manejo de estructura, manejo del espacio, de tiempos, la introducción de los diálogos, que no existían antes”.

Fue una velada de graciosas anécdotas, de confesiones y descubrimientos del oficio que desempeñan como literatos y como periodistas en la que el público pudo acercarse un poco más al ser humano que son los escritores y dejar de admirarlos en los libros para conocer de viva voz sus afanes y sus motivaciones para entregarnos los libros en los que nos descubren esos mundos fascinantes que hacemos nuestros gracias a su trabajo.







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4/9/15

Héctor Abad Faciolince y el amor por la tierra en “La Oculta”



Por Manuel T. Bermúdez

Como parte de la programación del Primer Festival Internacional de Literatura de Cali, apoyado por la Secretaría de Cultura y Turismo municipal, el novelista Héctor Abad Faciolince, tuvo un conversatorio con su homólogo Santiago Gamboa, cuyo propósito principal era conocer algunas particularidades del oficio y también, descubrir las claves de su novela ‘La Oculta’.

Como lo dijo Santiago Gamboa, en el diálogo sostenido con el escritor Héctor Abad Faciolince, recordando una anécdota del literato. “A usted no solamente lo llaman sino que vienen a verlo” refiriéndose al numeroso público que se hizo presente en la Biblioteca Departamental para escuchar al autor del “Olvido que seremos” y otros libros que sus seguidores leen con avidez.

Con su amigo de Gamboa, quien como contertulio provocó en Faciolince los recuerdos para que contara sucesos de su novela “La oculta” tema al que convocaba la charla, el escritor señaló algunos pasajes y hablo de “la nostalgia que los antioqueños y vallecaucanos tienen por la tierra”.

La Oculta, precisó el escritor “es un libro hijo de una obsesión que tenemos los antioqueños y que creo que en parte del Valle del Cauca, también entienden que es la obsesión por tener un pedazo de tierra. La obsesión por el apego a un paisaje y a un sitio que uno quiere mucho”.

Hizo notar que la gran novela del siglo XI, es María, “y esta novela también gira alrededor del amor por una muchacha pero también sobre una finca”.

“Nuestros antepasados, todos, llegaron con la ilusión de que esta era una tierra buena donde se podía buscar la felicidad. Y de alguna manera a mi me interesaba rastrear la historia del pueblo a donde habían llegado los antepasado de mi papá,  que se llamaba Jericó, y que fue fundado en 1861 y que tiene mucho que ver con los pueblos de acá”.

Contó sobre la parte real de la novela y la parte de ficción que el uso para mostrar sus querencias.
El escritor hizo reflexionar a los asistentes, los hizo reír con algunas anécdotas y descubrió algunos de sus secretos de novelista.

En La Oculta, hay un episodio tremebundo y vertiginoso que es el tema del paramilitarismo, el momento en que llegan a matar a Eva y ella se escapa nadando y eso da pie a la portada tan bonita del libro, señaló Gamboa.

“Cuando uno escribe un libro en el vuelca toda la memoria y toda la experiencia de su vida, todo lo que le ha tocado pasar de bueno y de malo, de maravilloso y de horrible. Y yo tengo la experiencia espantosa de que a mi papá lo mataron los paramilitares y tengo además la experiencia de que a un cuñado mío lo secuestrara dos veces la guerrilla. Incluso, que estuviera, dos años después de que lo soltaron, pagando cuotas mensuales para que no le hicieran nada nuevamente. Le difirieron a cuotas el secuestro muy amablemente”.

Habló también de su oficio de columnista y sus obligaciones como tal. La gente abandonó la Biblioteca Departamental, convencida de que sabía  un poco más del escritor, de sus fórmulas para escribir,  de sus razones y motivaciones para novelar la vida que le rodea, pero sobre todo, salieron con la seguridad de que lo querían un poco más que es lo que todo escritor debe buscar.
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